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El Cóndor de Arica

  • Foto del escritor: Aurelio Valenzuela
    Aurelio Valenzuela
  • 13 oct
  • 3 Min. de lectura
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Cóndor:

Columna de opinión de Aurelio Valenzuela

El Cóndor de Arica


Desde niño, entre balones y amaneceres sobre los cerros de Arica, aprendí que el fútbol es más que un juego: es identidad, vuelo y corazón. Y si hay un símbolo que define nuestra esencia, ese es el cóndor, majestuosa ave andina que domina los cielos con serenidad y fuerza. Así hemos sido los futbolistas ariqueños: resistentes al viento, orgullosos de nuestras raíces y capaces de elevarnos sobre las dificultades.


En aquellos años de los zapatos con puentes, allá por los cincuenta, jugar significaba entrega pura. No existían contratos ni lujos, solo pasión por los colores locales y la recompensa de una naranja o un refresco después del partido. Recuerdo aquellas selecciones que llenaban las canchas con entusiasmo: Molina, Van Lamoen, Echeveres, los hermanos Águila, Albarracín, Cortés, Villalón, Pratti… y su capitán David Henríquez, siempre ejemplo de temple y honor. Surgió también el trío dorado: Torres, Águila y Tello, quienes fueron contratados por el Audax Italiano y lograron ser campeones, con Tello como goleador del torneo.


Ya en los sesenta y setenta, Arica se convirtió en semillero de talento. Humberto Donoso brilló con el Ballet Azul y fue figura en la selección del mundial del ‘62. Antezana llegó a Colo Colo; Vásquez, Olivares y Mamani triunfaron en Ñublense y San Felipe. En 1979-80, Arica ingresó al profesionalismo, y el fútbol dejó de jugarse solo por amor al barrio: llegaron los contratos, las metas y una nueva exigencia.


Tuve el privilegio de vivir esa transformación. Yo, Aurelio “Kiko” Valenzuela, primero como jugador y más tarde como entrenador, he dedicado mi vida al fútbol. El reconocimiento y el cariño de la afición ariqueña me acompañan hasta hoy, y los siento como una bendición que viene del mismo viento que sopla desde el Morro. No hay día que no agradezca el orgullo de pertenecer a esta tierra que me vio correr, sudar y soñar en cada cancha.


He visto pasar grandes camadas: Díaz, Meléndez, Lecaro, Hurtado, los hermanos Sotomayor, Arias, Campos, Cololo Rojas, Tite Torres… Cada uno, con su estilo y su entrega, contribuyó a elevar el nombre de nuestra ciudad. Y junto a ellos, técnicos como Mario Quiróz, don Valentín Zambrano y otros compañeros futbolistas como los hermanos Cornejo, Valverde, los Canales, Alegre, Alvarado, Pizarro, Daldo, Suárez… hombres de fútbol que enseñaron más que táctica: enseñaron respeto y amor por la camiseta.


En el fútbol, como en el vuelo del cóndor, siempre habrá quienes destaquen más a uno que a otro, quienes comparen o jerarquicen. Pero lo cierto es que cada jugador, cada entrenador y cada dirigente aportó su pluma para formar las alas del fútbol ariqueño. Todos, sin excepción, merecen el reconocimiento y respeto por haber hecho posible esta historia.


Cuando miro hacia atrás y veo el camino recorrido, entiendo que lo que nos mantiene en el aire no es la fama ni los trofeos, sino el orgullo de pertenecer a esta tierra. Arica no solo forjó futbolistas, forjó carácter. Y como el cóndor que vigila desde lo alto, seguimos volando con la mirada en el horizonte, recordando que el verdadero triunfo está en haber dado todo por los nuestros. Que las nuevas generaciones no olviden de dónde vienen, porque el viento que impulsa sus alas es el mismo que sopla desde las montañas del norte, donde nació nuestro amor por el fútbol.

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