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Viva Chile y Viva México: un mismo vuelo de libertad

  • Foto del escritor: Aurelio Valenzuela
    Aurelio Valenzuela
  • 15 sept
  • 3 Min. de lectura

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Cóndor:

Columna de opinión de Aurelio Valenzuela

Viva Chile y Viva México: un mismo vuelo de libertad

 

Yo soy Aurelio Valenzuela, chileno de nacimiento y desde hace más de tres décadas vivo en México, país que me abrió las puertas y me dio raíces profundas con familia, amigos y muchas personas a quienes respeto y quiero. He caminado por las calles de Tijuana y Querétaro, y en ellas me he encontrado con nombres que me transportan a mi tierra: Bernardo O’Higgins, Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Cada letrero y cada escuela con esos nombres son recordatorios de mi patria en la vida diaria de México.

 

Pero permítanme contarles una historia que me llena de orgullo como chileno y que une a nuestras naciones. Corría el año 1820, cuando un insurgente mexicano viajó hasta Chile para pedir apoyo en la lucha por la independencia. México resistía al dominio español y buscaba aliados en el sur.

 

En 1818, Chile ya había logrado su independencia, proclamada oficialmente el 12 de febrero de 1818, y su Director Supremo, Bernardo O’Higgins Riquelme, decidió extender esa libertad a otros pueblos hermanos. Así, en 1822, organizó una gran flota: 25 buques y más de seis mil hombres, que zarparon con rumbo al Pacífico Norte, hacia las costas de Acapulco.

 

Sin embargo, la historia quiso que aquel viaje fuera tan largo y desafiante que, al arribar, México ya había consumado su independencia el 27 de septiembre de 1821. La ayuda llegó tarde, sí, pero llegó como símbolo de fraternidad. Fue un gesto que marcó la relación entre nuestras naciones, porque, más allá de lo militar, fue un mensaje de apoyo, de hermandad y de reconocimiento.

 

Y esa hermandad ha perdurado. México, con su corazón generoso, ha correspondido muchas veces. En 1973, cuando Chile vivió el dolor del golpe militar y la muerte del presidente Salvador Allende, México abrió sus puertas a miles de exiliados, incluida Tencha Bussi de Allende, esposa del mandatario. También en terremotos y maremotos, México ha sido de los primeros en extendernos su mano solidaria.

 

En Chile, en reciprocidad, hay gimnasios y recintos que llevan orgullosamente el nombre de México, como muestra del cariño y gratitud hacia este país. Y aquí, en México, los nombres de nuestros próceres y poetas chilenos decoran plazas, escuelas y calles. Esa es la mejor evidencia de que la historia nos unió para siempre.

 

Yo, que fui futbolista profesional, que vestí la camiseta roja de mi selección y que luego me convertí en entrenador, sé lo que significa el juego en equipo. Lo viví en la cancha y lo veo reflejado en la historia de Chile y México: dos naciones que, aunque en tiempos distintos, supieron jugar juntas el partido de la libertad y la solidaridad.

 

Hoy, al caminar por estas calles mexicanas que me recuerdan a Chile, siento un profundo orgullo. Orgullo de haber nacido en mi patria, orgullo de vivir en esta tierra y gratitud infinita por los lazos que unen a nuestras naciones. La hermandad no siempre se mide en victorias inmediatas; a veces se mide en gestos, en memoria y en solidaridad compartida. Como en el fútbol, la vida nos enseña que lo importante no es quién anota primero, sino cómo jugamos juntos el partido.

 

 En este mes patrio, cuando Chile celebra su independencia el 18 de septiembre y México lo hace el 16 de septiembre, recordamos que la libertad no es solo una fecha: es una vocación compartida. Es el vuelo del cóndor que cruza los Andes y el águila que se posa sobre el nopal. Es la historia que nos hermana y el presente que nos compromete.

 

Porque cuando dos pueblos se reconocen en sus luchas, en sus poetas, en sus gestos solidarios, entonces no hay fronteras que los separen. Hay solo un mismo vuelo de libertad.

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