top of page

Osvaldo Castro, “Pata Bendita”

  • Foto del escritor: Aurelio Valenzuela
    Aurelio Valenzuela
  • 19 ago
  • 2 Min. de lectura

ree

Cóndor:

Columna de opinión de Aurelio Valenzuela

Osvaldo Castro, “Pata Bendita”


Hablar de Osvaldo Castro, el inolvidable “Pata Bendita”, es recordar a uno de esos hombres que supieron volar alto con el balón en los pies, como un cóndor que deja la cordillera para conquistar nuevos cielos.


Osvaldo Castro Pelayo oriundo de Copiapó, Chile, nacido el 14 de abril de 1947. (Copiapó es el lugar del accidente de los 33 mineros, noticias que trascendió las fronteras)


Conocí en 1964, cuando yo defendía la camiseta de San Luis de Quillota, ya consolidado como figura, y él apenas iniciaba su camino en Unión La Calera. Ambos éramos el número 10 de nuestros equipos, y la rivalidad entre Quillota y La Calera siempre fue intensa, casi fraterna. En esos clásicos, noté de inmediato que ese joven tenía un remate único, tan fuerte y preciso que pronto lo bautizarían como “Pata Bendita”.


Su talento no tardó en brillar. En Deportes Concepción se convirtió en goleador del campeonato de 1970 con 36 tantos, una cifra extraordinaria que lo catapultó hacia México, donde dejó una huella imborrable primero con el América y luego con los Pumas de la UNAM, consolidándose como campeón de goleo en la temporada 1973-74. Sus disparos eran un espectáculo: potentes, imposibles para los porteros, pero siempre acompañados de una calidad humana que le ganó el cariño de la afición.


Castro no solo brilló en clubes. También fue parte de la selección chilena entre 1966 y 1977, vistiendo la Roja en 28 partidos y marcando 7 goles. Su debut fue memorable: dos tantos contra Colombia en 1966. Más tarde, fue convocado al Mundial de Alemania 1974, llevando su zurda mágica al escenario más grande del fútbol. Incluso, se recuerda un tiro libre ante Brasil que silenció un estadio entero, prueba de que su remate era temido en cualquier cancha del mundo.


Ya retirado como jugador, continuó en México, formando nuevas generaciones como entrenador en las fuerzas básicas de los Pumas. Hoy, al ver que el Club Pachuca lo nomina al Salón de la Fama del Fútbol Internacional, siento un orgullo inmenso, porque este reconocimiento no es solo a un gran goleador, sino a un hombre íntegro, querido en Chile y en México por igual.


Yo resido desde hace tiempo en Querétaro, y siempre me da alegría ver triunfar a un compatriota en el extranjero. Castro es uno de esos ejemplos que confirman que los sueños no tienen fronteras.


Osvaldo Castro es, para mí, un cóndor que supo extender sus alas más allá de los Andes. Su zurda poderosa fue su impulso; su humildad, el viento que lo sostuvo en lo más alto. Como cóndor, cruzó montañas, conquistó cielos y dejó huella en cada estadio donde jugó.


Su historia me recuerda que quienes nacimos bajo la sombra de la cordillera llevamos en la sangre la fuerza de volar lejos. Y cuando uno de los nuestros logra ese vuelo, como lo hizo “Pata Bendita”, sentimos orgullo eterno. Porque el cóndor, símbolo de nuestra tierra andina, nunca vuela en vano: siempre lo hace para dejar huella en el horizonte.

ree

Comentarios


bottom of page