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Fabián Capot: Hermano de la vida, guerrero del alma


Cóndor:

Columna de opinión de Aurelio Valenzuela

Fabián Capot: Hermano de la vida, guerrero del alma

 

Hoy, desde la paz que me regala esta nueva etapa de mi vida en Querétaro, México, quiero abrir el corazón para recordar a un hermano del alma: Alfredo Fabián Capot Pérez.

 

La vida me ha llevado de ciudad en ciudad, de estadio en estadio, primero como futbolista profesional, luego como entrenador en Chile y México. Hoy, al mirar a los niños y adolescentes que forman parte de mi escuela de fútbol formativo, y al abrazar cada día con mi esposa y mi familia, encuentro un espacio sagrado para los recuerdos. Para esos rostros, esas risas, esas batallas compartidas en las canchas de mi tierra chilena.

 

Y entre todos esos recuerdos, siempre emerge la figura luminosa de Fabián.Jugamos juntos en el querido Santiago Morning, ese club que marcó nuestra juventud, nuestra pasión y nuestras ilusiones. Yo vestía la camiseta 10, él la 11.

 

Éramos la dupla ofensiva por el sector izquierdo, socios en la cancha, cómplices fuera de ella. Lo suyo era la velocidad endiablada, la resistencia inagotable y una entrega que parecía no tener límites. Un talento que venía alimentado por su pasado como ciclista, y que lo llevó a ser uno de los punteros izquierdos más respetados del fútbol chileno.

 

Recuerdo con claridad aquel año 1968, cuando su estrella estaba en su punto más alto, convocado por Salvador Nocetti para la selección nacional. Fue en un amistoso contra México, en nuestro Estadio Nacional, donde el destino le jugó una mala pasada. Una lesión en el menisco izquierdo, de esas que te roban más que movilidad: te roban sueños.


Lo operó el gran doctor Mauricio Wainer, pero la rodilla nunca volvió a ser la misma. Cada partido era un sacrificio: dolor, hinchazón, drenajes después de cada jornada. Y, aun así, Fabián nunca dejó de entrenar, nunca dejó de pelear. Jamás dejó de jugar con amor por nuestro querido Santiago Morning, por la camiseta bohemia, autobusera, recoletana.

Su espíritu era indomable.


Como aquella vez que nos detuvo la policía, y al pedirle documentos, él, muy orondo, sacó su carnet de jugador profesional. ¡Qué risas! ¡Y cero multa, por supuesto!

O cuando nuestra hinchada, reforzada por músicos del orfeón de Carabineros, llenaba de vida los estadios. Era otro Chile, una época en que el fútbol se sentía más cercano, más nuestro.

 

Fabián fue siempre un hombre de barrio, de alma noble. Nunca negó una ayuda cuando alguien tocaba a su puerta, incluso en la madrugada, para llevar a alguien al hospital. Nunca esperó aplausos ni agradecimientos. Su grandeza fue silenciosa, como las raíces de los árboles fuertes.

 

Pero la vida, que a veces golpea con dureza a los más buenos, también puso duras pruebas en su camino. Tras perder a su querida esposa, la diabetes le robó parte de su cuerpo, amputándole ambas piernas. Hoy, a sus 81 años, se mueve en silla de ruedas. Pero quiero que lo sepan: su espíritu, su alegría de vivir, su sonrisa franca, siguen intactas.

 

Su familia, sus hijos, en especial Fabián Junior, no lo han dejado solo. Lo llevan a los estadios, donde revive esos días de gloria, donde su corazón late como aquel joven veloz que estremecía las bandas izquierdas de las canchas de Chile.

 

Querido Fabián, hermano mío, compañero de tantas batallas:Te admiro, te respeto y te llevo en el corazón.Tu historia no es solo una historia de fútbol: es una lección de vida. Eres y serás siempre un guerrero, un ejemplo de fuerza, de gratitud y de amor.


Gracias, Dios mío, por permitirme caminar este tramo de mi vida recordando, abrazando y honrando a hombres como a mi querido amigo Fabián Capot.

 

Desde este rincón mexicano que me ha abierto sus brazos, te mando un abrazo inmenso.Siempre adelante, hermano.


Urra, urra, por el ¨chaguito¨, ra ra ra.

Y por el ¨chaguito¨ nos serviremos otro traguito.

 


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