Jorge Toro, un legado de humildad y grandeza
- Aurelio Valenzuela
- 25 nov 2024
- 2 Min. de lectura

Cóndor:
Columna de opinión de Aurelio Valenzuela
Jorge Toro, un legado de humildad y grandeza
En la vastedad de mis recuerdos futbolísticos, Jorge Toro siempre destaca como una de esas figuras irrepetibles. Su talento, humildad y carácter forjaron una historia única que marcó tanto al fútbol chileno como al internacional. Me enorgullece haber compartido experiencias con él, no solo en la cancha, sino también en momentos de camaradería que dejaron huella en nuestras vidas.
Jorge, formado en el Colo Colo, tenía un talento que trascendía fronteras. Fue pieza clave en la histórica campaña de Chile en el Mundial de 1962, anotando un gol inolvidable contra Brasil en la semifinal. Aunque aquel tanto no alcanzó para vencer a los brasileños, la calidad de su juego fue un faro que iluminó el camino de una selección que terminó en un honroso tercer lugar
Recuerdo con cariño su paso por Italia, donde jugó en clubes como Sampdoria, Modena y Hellas Verona. Era una época especialmente dura para los extranjeros en Europa, pero Jorge supo ganarse el respeto y la admiración. Una anécdota que siempre me conmueve es la del tenor Luciano Pavarotti, un ferviente aficionado del Modena FC. En una visita a Chile, lo primero que hizo al bajar del avión fue pedir que lo llevaran a saludar a Jorge Toro. Ese gesto refleja el impacto humano y deportivo que Jorge tenía, incluso en mundos tan diferentes como la ópera y el fútbol
En una ocasión, nos invitaron a jugar en una cancha de tierra en la humilde población de La Legua. Jorge no dudó en asistir, convencido de que el fútbol debía ser un puente entre las personas, sin importar su origen social. Ese era el espíritu de Jorge: cercano, sencillo y comprometido con sus raíces.
También compartimos momentos de aprendizaje en el colegio de entrenadores de Chile y jugamos partidos amistosos contra artistas y periodistas. Jorge era un ejemplo de profesionalismo incluso en esos encuentros recreativos. Más adelante, cuando nos enfrentamos como técnicos, recuerdo un amistoso con uno de los clubes que dirigí en el fútbol mexicano y su Colo Colo. Ante la agresividad desmedida de uno de sus jugadores, Jorge lo sustituyó sin titubeos, dejando claro que, aunque el fútbol puede ser un deporte de contacto, nunca debe ser una excusa para la violencia.
Hoy, tras su partida, celebro su vida y su legado. Jorge Toro fue más que un gran futbolista; fue un ser humano excepcional, un ejemplo de cómo la humildad y el talento pueden coexistir para inspirar generaciones. Agradezco a la vida haber tenido el privilegio de llamarlo amigo y colega.
Jorge Toro nos deja una enseñanza invaluable: en el fútbol, como en la vida, el respeto, la humildad y la pasión son los verdaderos campeones. Que su legado inspire a las nuevas generaciones a soñar, luchar y nunca olvidar sus raíces.
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