Memorias del Nacional Tijuana
- Aurelio Valenzuela
- 17 mar
- 3 Min. de lectura

Cóndor:
Columna de opinión de Aurelio Valenzuela
Memorias del Nacional Tijuana
Hoy, en mi columna "Cóndor", quiero rememorar una etapa crucial de mi carrera como entrenador: mi paso por el Club de Fútbol Nacional Tijuana. Este equipo, liderado por el visionario empresario Don Salvador Martínez Garza, dejó una huella imborrable en mi vida profesional y personal, así como en el desarrollo del fútbol en la región fronteriza.
Don Salvador Martínez Garza, reconocido por su destacada gestión al frente de la Promotora Deportiva Guadalajara, no solo transformó al Club Deportivo Guadalajara, conocido como Chivas, sino que también apostó por proyectos llenos de potencial, como el Nacional Tijuana. Durante su liderazgo, las Chivas vivieron una época dorada, alzándose con el título en el Torneo de Verano 1997 y alcanzando el subcampeonato en el invierno de 1998. Más allá de los trofeos, su legado trascendió los números, consolidándose como un arquitecto del fútbol mexicano. Lamentablemente, Don Salvador falleció el 3 de marzo de 2015, pero su visión y pasión por el deporte continúan inspirando a generaciones.
El Nacional Tijuana, a pesar de su historia breve y menos conocida, representó un esfuerzo valiente y significativo por revitalizar el fútbol profesional en una ciudad vibrante y diversa. Compitiendo en la Primera División ¨A¨, el club enfrentó retos económicos y logísticos que en cualquier momento pudieron haberlo detenido. Sin embargo, su impacto social fue profundo: abrió puertas a jóvenes talentos locales, construyó lazos con la comunidad tijuanense y plantó las semillas de un amor compartido por el deporte.
Durante mi gestión como entrenador, tuve el privilegio de trabajar con personas comprometidas como Roberto Ontiveros en la administración y la incansable señora Fabiola Alcaraz, quienes fueron fundamentales para que pudiera asumir este reto. Juntos, enfrentamos desafíos que pusieron a prueba nuestra resiliencia, pero que también forjaron amistades y vínculos que perduran hasta el día de hoy.
Recuerdo con especial emoción la gira de preparación que realizamos a Chile, mi tierra natal. Enfrentamos a equipos locales con la intención de fortalecer no solo nuestras habilidades en el campo, sino también los lazos internacionales. Entre los futbolistas del club estaba Carlos Reyes, quien había militado en Colo Colo y la selección nacional, en ese momento era el goleador del Club Tijuanense. Para mí fue una oportunidad invaluable de mostrar a mis compatriotas un equipo lleno de pasión, que trascendió fronteras con su espíritu luchador.
Tijuana, con su comunidad cálida y resiliente, se convirtió en mi segundo hogar. Las amistades que cultivé, las lecciones aprendidas y las experiencias vividas son tesoros que guardo en mi corazón. Al concluir nuestra etapa con el Nacional Tijuana, surgió un nuevo capítulo: la creación de una escuela de fútbol, un proyecto nacido del deseo de continuar apoyando e impulsando a los jóvenes talentos locales. Este proyecto no solo fue una extensión de nuestros sueños, sino también una forma de retribuir a una ciudad que nos dio tanto.
Reflexionando sobre esos años, confirmo que el fútbol va mucho más allá del terreno de juego. Es una herramienta poderosa de transformación social, capaz de inspirar esperanza y de unir a las personas, sin importar su origen o destino. Mi paso por el Nacional Tijuana no solo reafirmó mi amor por este deporte, sino también mi compromiso de utilizarlo como un catalizador para el cambio y el crecimiento comunitario.
En futuras columnas, continuaré compartiendo anécdotas y momentos significativos de mi trayectoria, incluyendo detalles de la escuela de fútbol que surgió tras el ciclo con el Nacional Tijuana. Por ahora, celebro y agradezco cada instante vivido en esta querida ciudad, llevando siempre en mi corazón los recuerdos de una etapa invaluable. Tijuana y el Nacional Tijuana siempre serán parte de mí, recordándome que el fútbol es, ante todo, una pasión que trasciende límites.
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